La sociedad, la cultura en que vivimos, exige que el estudiante se oriente hacia la consecución de un empleo y de seguridad física. Ésta ha sido la presión constante de todas las sociedades: primero la carrera y luego todo lo demás. O sea, primero el dinero, y luego los complejos aspectos de nuestra vida diaria. Nosotros estamos tratando de invertir este proceso porque el hombre no puede ser feliz solamente con dinero. Cuando el dinero se convierte en el factor dominante de la vida, existe un desequilibrio en nuestra actividad cotidiana. Quisiera que todos los educadores comprendieran esto muy seriamente y vieran su plena significación. Si el educador comprende la importancia de esto y en su propia vida lo pone en el lugar que le corresponde, entonces puede ayudarle al estudiante, a quien los padres y la sociedad obligan a convertir la carrera en lo más importante. Quisiera recalcar este punto: que en estas escuelas se debe mantener en todo momento un modo de vida que cultive la integridad del ser humano.
Como la mayor parte de nuestra educación consiste en la adquisición de conocimientos, nos está volviendo cada vez más mecánicos; nuestras mentes funcionan siguiendo cauces estrechos, ya estemos adquiriendo conocimientos científicos, filosóficos, religiosos, empresariales o tecnológicos. Nuestra forma de vida, tanto en el hogar como fuera de él, y nuestra especialización en una carrera específica, están volviendo nuestras mentes cada vez más estrechas, limitadas e incompletas. Todo esto conduce a un estilo mecánico de vida, a una estandarización mental; y así, poco a poco el Estado, incluso un Estado democrático, dicta e impone lo que deberíamos ser. Naturalmente, la mayoría de las personas reflexivas se da cuenta de esto, pero por desgracia parece aceptarlo y soportarlo. Esto se ha convertido en un peligro para la libertad.
La libertad es una cuestión muy compleja, y comprender su complejidad precisa del florecimiento de la mente. Dependiendo de su cultura, de su educación, experiencia y superstición religiosa, o sea, de su condicionamiento, cada cual definirá dicho florecimiento de forma diferente. Aquí nosotros no estamos tratando con opiniones o prejuicios, sino con una comprensión no verbal de las implicaciones y consecuencias del florecimiento de la mente. Este florecimiento consiste en el desarrollo y cultivo integral de nuestras mentes, corazones y bienestar físico, o sea, en poseer una armonía completa desprovista de toda oposición y contradicción. El florecimiento de la mente sólo puede tener lugar cuando hay una percepción clara, objetiva e impersonal, cuando sobre la mente no pesa ninguna imposición. No es una cuestión de lo que hay que pensar, sino de cómo pensar claramente. A lo largo de los siglos, mediante la propaganda y demás se nos ha alentado en el qué pensar. En eso consiste la mayor parte de la educación moderna y no en la investigación de toda la dinámica del pensamiento. El florecimiento implica libertad. Una planta requiere libertad para crecer. En cada carta trataremos sobre el despertar del corazón, que no es algo sentimental, romántico o imaginario, sino la bondad que nace del afecto y del amor; y sobre el cultivo del cuerpo, la alimentación correcta y el ejercicio adecuado, todo lo cual acabará generando una sensibilidad profunda. Cuando la mente, el corazón y el cuerpo se hallan en completa armonía, entonces el florecimiento adviene de forma natural, con facilidad y excelencia. Ésta es nuestra labor y responsabilidad como educadores. La docencia es la mayor de las profesiones que hay en la vida.
Como la mayor parte de nuestra educación consiste en la adquisición de conocimientos, nos está volviendo cada vez más mecánicos; nuestras mentes funcionan siguiendo cauces estrechos, ya estemos adquiriendo conocimientos científicos, filosóficos, religiosos, empresariales o tecnológicos. Nuestra forma de vida, tanto en el hogar como fuera de él, y nuestra especialización en una carrera específica, están volviendo nuestras mentes cada vez más estrechas, limitadas e incompletas. Todo esto conduce a un estilo mecánico de vida, a una estandarización mental; y así, poco a poco el Estado, incluso un Estado democrático, dicta e impone lo que deberíamos ser. Naturalmente, la mayoría de las personas reflexivas se da cuenta de esto, pero por desgracia parece aceptarlo y soportarlo. Esto se ha convertido en un peligro para la libertad.
La libertad es una cuestión muy compleja, y comprender su complejidad precisa del florecimiento de la mente. Dependiendo de su cultura, de su educación, experiencia y superstición religiosa, o sea, de su condicionamiento, cada cual definirá dicho florecimiento de forma diferente. Aquí nosotros no estamos tratando con opiniones o prejuicios, sino con una comprensión no verbal de las implicaciones y consecuencias del florecimiento de la mente. Este florecimiento consiste en el desarrollo y cultivo integral de nuestras mentes, corazones y bienestar físico, o sea, en poseer una armonía completa desprovista de toda oposición y contradicción. El florecimiento de la mente sólo puede tener lugar cuando hay una percepción clara, objetiva e impersonal, cuando sobre la mente no pesa ninguna imposición. No es una cuestión de lo que hay que pensar, sino de cómo pensar claramente. A lo largo de los siglos, mediante la propaganda y demás se nos ha alentado en el qué pensar. En eso consiste la mayor parte de la educación moderna y no en la investigación de toda la dinámica del pensamiento. El florecimiento implica libertad. Una planta requiere libertad para crecer. En cada carta trataremos sobre el despertar del corazón, que no es algo sentimental, romántico o imaginario, sino la bondad que nace del afecto y del amor; y sobre el cultivo del cuerpo, la alimentación correcta y el ejercicio adecuado, todo lo cual acabará generando una sensibilidad profunda. Cuando la mente, el corazón y el cuerpo se hallan en completa armonía, entonces el florecimiento adviene de forma natural, con facilidad y excelencia. Ésta es nuestra labor y responsabilidad como educadores. La docencia es la mayor de las profesiones que hay en la vida.
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