domingo, 10 de agosto de 2008

El Arte de la Construcción Andina


La ciudad sagrada de Machu Picchu, la fortaleza de Ollantaytambo, la Puerta del Sol de Tiwanaku,los templos-observatorios de Intiwatana y el Kalasasaya, etc., dan testimonio de la excelencia en el Arte de la construcción alcanzada por las antiguas civilizaciones quechua y Aymara, las que sin duda contaron con corporaciones de constructores dirigidas por eximios Maestros.

Infortunadamente, (el hombre comun), nada sabe de aquellas corpora­ciones -desaparecidas hace ya muchos siglos- ni de los ritos que presidían sus obras, y es muy poco lo que conocen de los símbolos en ellas grabados; "ya que casi" no quedan en los altos Andes Maestros constructores, ni se erigen monu­mentos en las comunidades que aún conservan un modo de vida tradicional; sin embargo, los principios del antiguo Arte no se han perdido por completo. En efecto, basta con examinar a la luz de los datos tradicionales el sencillo trazado de la planta de, por ejemplo, una vivienda aymara, para caer en cuenta de que se trata de un rito en el más estricto sentido de la palabra y en virtud del cual el más humilde y rudimentario de los edificios es una verdadera imagen simbólica del Cosmos.

Un modelo cósmico

Es imposible no asociar las estacas aymaras con los Landmarks que delimitaban el terreno de la Logia en la antigua Masonería Operativa, así como con las cuatro "piedras de ángulo" que delimitaban normalmente el terreno de las iglesias cristianas, bien que estas piedras eran colo­cadas en secuencia Noreste ("piedra fundamental"), Sureste, Suroeste y Noroeste, o sea siguiendo el curso aparente del Sol, mientras que, como vimos, la secuencia de las estacas es Noroeste, Sureste, Noreste, Suroeste, o sea en forma de cruz (X). Esta diferencia en nada altera la correspondencia sim­bólica ya que, en todos los casos, se trata de los ángulos donde se asientan los cuatro pilares que sostienen el Cielo sobre la Tierra.

La cuerda con sus doce nudos, por su parte, se corres­ponde perfectamente con la "cadena de unión" que rodea la parte superior de la Logia. "Para comprender de qué se trata -escribe René Guénon- es preciso ante todo recordar que, desde el punto de vista tradicional, todo edificio, cualquiera que fuere, se construía siempre según un modelo cósmico; por otra parte, se especifica expresamente que la Logia es una imagen del cosmos, y sin duda es éste el último recuerdo que de aquello ha subsistido basta hoy en el mundo occidental. Siendo así el emplazamiento de un edificio debía ser determinado y "encuadrado" por algo que se correspondiera de algún modo a lo que podría llamarse el "marco" mismo del cosmos (...), y podemos decir ya que el trazado "materializado" por el cordel repre­sentaba, propiamente hablando, su proyección terrestre. (...) Lo que hace particularmente neto el sentido del simbolismo es esto: mientras que el cordel, en cuanto instrumento, es, naturalmente, una simple línea, la "cadena de unión" al contrario, tiene nudos de trecho en tre­cho; estos nudos son, o deben ser normalmente, en número de doce, y corresponden así evidentemente, a los signos del Zodíaco. En efecto, el Zodíaco en el interior del cual se mueven los planetas, constituye ver­daderamente la "envoltura" del cosmos... (1). A diferencia de la Logia, claro está, la vivienda familiar aymara no es un tem­plo, al menos en el sentido que hoy se le suele dar a esa pala­bra, pero hay que tener bien presente que, como se ha dicho, « tradicionalmente, todo edificio está construido según un mo­delo cósmico; mientras no existió la distinción entre "sagrado" y "profano" es decir, mientras el punto de vista profano no había surgido aún por efectos de un debilitamiento de la tradición, siempre y en todas partes fue así, inclusive para las casas particulares. La casa era entonces una imagen del cosmos, es decir, como un "pequeño mundo" cerrado y completo en sí...» (2).

René Guénon se expresa en tiem­po pretérito pues se dirige fundamentalmente al lector occi­dental para el cual, efectivamente, estos símbolos pertenecen a un pasado muy remoto y poco menos que completamente olvidado: Las viviendas familiares están absolutamente desprovistas de todo simbolismo, es cada vez más raro encontrar iglesias o sinagogas orientadas como corresponde y, en cuanto a la "cadena de unión"; la mayor parte de los actuales masones no ven en ella más que una alegoría de la "fraternidad universal" entendida en el más pedestre sentido "moral".

Pero para los aymaras y quechuas (que desde ningún punto de vista pertenecen al "mundo occidental", salvo que hayan sido "civilizados"), todo eso forma parte, espontáneamente, podría decirse, del presente cotidiano

La chekka o chiqa

El tendido de la cuerda, como hemos visto, comienza por una de las diagonales de la planta, esto es por uno de los brazos de la cruz que conforman las cuatro estacas. Esta diagonal es llamada chekka en lengua aymara y chiqa en lengua quechua, palabras ambas que significan a la vez "recto"; "rectitud" y "verdad". La representación de chekka es siempre una línea oblicua, lo que sin duda ha de llamar la atención a los occidentales, para quienes la oblicuidad es precisamente lo contrario de la rectitud.

Según hemos señalado en otro lugar (3), el hombre andino concibe a todas las cosas en constante movimiento y cambio y, en consecuencia, nunca define nada, ya que algo definido y, por lo tanto, "fijado"; no podría tener ninguna existencia real en el mundo manifestado

El hombre andino, jamás se preocupará por averiguar lo que podría llegar a ser "la cosa en si", preocupación perfectamente inútil desde su punto de vista (y desde el nuestro, dicho sea de paso); por ejemplo, jamás discurrirá acerca de "el tiempo en sí" o "el espacio en sí", al punto de que en las lenguas aymara y quechua hay una sola palabra —Pacha— para decir "tiempo", "espacio" y "Mundo". Ahora bien: Si un occidental quisiera represen­tar gráficamente el movimiento rectilíneo uniforme, lo haría probablemente mediante un sistema de coordenadas carte­sianas ortogonales donde la abscisa (x) indicaría el espacio (la distancia recorrida), y la ordenada (y) indicaría el tiempo transcurrido, quedando entonces el movimiento representa­do por la resultante (z), una semirrecta inclinada a 450; vale decir que consideraría al movimiento como el resultado transitorio de la interacción de dos elementos clara y distin­tamente definidos: el espacio y el tiempo. A la vista de este esquema, el hombre andino, en cambio, consideraría que el único elemento real y permanente es la línea oblicua (z) chekka—, mientras que en las líneas horizontal (x) y vertical (y) no vería otra cosa que el resultado de la disociación arbitraria, convencional y abstracta de Pacha.

En este sentido, chekka alude a las condiciones de existencia de todas las cosas, y va de suyo que nada puede ser considerado ni concebido inde­pendientemente de sus condiciones de existencia. El cons­tructor aymara, puesto que ha de edificar su vivienda en este mundo, comenzará -para expresarlo de alguna manera-- ­por "situar el edificio en el espacio-tiempo que le corres­ponde"; y lo hará mediante el "trazado" de chekka, para luego "desplegar" las posibilidades contenidas en esa línea fundamental (4).

Otra cuestión a tener en cuenta, a propósito de chek.ka, es la siguiente: De acuerdo a la tradición quechua, cuando el primer monarca -Inka- fundó el Cuzco -la futura capital del imperio-, la dividió en dos partes: Hanan Cuzco, es decir el Cuzco Superior donde se estableció el séquito del Rey, y Hurin Cuzco, es decir el Cuzco Inferior donde se estableció el séquito de la Reina. Esta división se reprodujo en cada dis­trito -suyu- del imperio -Hanansuyu y Hurinsuyu- y en cada comunidad -ayllu-, conservándose esto último hasta el día de hoy, tanto entre los quechuas como entre los aymaras. En las asambleas y ceremonias, los jefes del sector Hanan se sientan a la derecha y los jefes del sector Hurin se sientan a la izquierda. Para los andinos, además, el Norte es "abajo" y el lugar de la oscuridad, en tanto que el Sur es "arriba" y el lugar de la claridad, de modo que existe una correlación "Norte-abajo-izquierda-femenino-oscuro", por un lado, y "Sur-arriba-derecha-masculino-claro", por el otro.

El trazado de la planta comienza en el ángulo Noroeste, "asciende" hasta el ángulo Sureste y se despliega hacia la izquierda, con lo que queda determinado un triángulo rectángulo con el vértice hacia abajo y que, en base a lo seña­lado, debe ser considerado como "femenino, oscuro y ascendente" (5); luego, el trazado se despliega hacia la derecha, con lo que queda determinado el segundo triángu­lo, con el vértice hacia arriba y que debe ser considerado como "masculino, claro y descendente", todo esto en con­formidad con el principio cosmológico aymara según el cual «lo que está abajo sólo puede subir y lo que está arriba sólo puede bajar ». Ambos triángulos comparten la hipotenusa y son perfectamente complementarios, siendo uno la imagen invertida y especular del otro; de este modo, la imagen de la planta de la vivienda aymara guarda una notable similitud con el símbo­lo chino del yin-yang:

Chekka, por lo tanto, viene a representar el "camino del medio" donde se resuelven y se anulan todas las oposiciones aparentes.

Señalemos, para terminar, que el triángulo de lados 3-4-5, representado de cierta manera, era un signo de reconocimiento entre los Sabios andinos. Este triángulo repre­sentaba, para los pitagóricos, el equilibrio entre la Providencia (simbolizada por el número 3, número Celeste por excelencia), la Voluntad (simbolizada por el número 4, número de la Manifestación), y el Destino (simbolizado por el número 5, número de la Unidad considerada en el centro del Cuaternario, y también del Microcosmos, o sea del hombre indi­vidual). Este equilibrio se realiza, en términos humanos, cuando el hombre, determinado por su destino, es decir, por su naturaleza, se amolda a la Providencia, es decir, a las Disposiciones Superiores, para ejercer su voluntad, con lo que podría decirse que «partiendo del 5 y en conformidad con el 3, se llega al 4 », que es precisamente lo que el constructor aymara (quien, desde luego, jamás ha oído hablar de Pitágoras ni de su escuela), hace al trazar la planta de su vivienda


Referencias

(1) René Guénon, « La cadena de unión », capitulo LXV de Símbolos funda­mentales de la Ciencia Sagrada.[Cf René Guénon, Symboles de la Science Sacrée, Paris, Éditions Gallimard, collection Tradition, 1992, chapitre LXV «La chame d"union », pp. 370-373).

(2) René Guénon, « Encuadres y laberintos », capitulo LXVI de Símbolos fun­damentales de la Ciencia Sagrada. [Cf. René Guénon, Symboles de la Science Sacrée, Paris, Éditions Gallimard, collection Tradition, 1992, chapitre LXVI «Encadrements et labyrinthes », pp. 373-377).

(3) Ver artículo « Sobre la supuesta "pasividad" del Hombre Andino », en la revista Abya YaIa, Año 1 Número 1 - Solsticio de Verano 2003, pp. 66-73.

(4) Demás está decir que un andino jamás se expresará en estos términos, que deben ser tomados tan sólo a título de "ilustración" más o menos aproximativa de lo que aquí queremos dar a entender.

(5) En la tradición náhuatl, el Norte -color negro- es el "rumbo de los muertos" y el Oeste -color rojo- es el "rumbo de las mujeres ", el tiempo que "la tierra del color rojo y negro" -el Noroeste- es la morada de Quetzalcóatl y, por lo tanto, la sede de la Sabiduría primordial. Esta asociación simbólica entre la Sabiduría y la "región femenina" no ha de sorprender a los cristianos, toda vez que, en la doctrina católica, la Santa Virgen es "Sedes Sapientiae "

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