viernes, 18 de junio de 2010

Sociedad Secreta en el Siglo XXI Parte I

Desde siempre la francmasonería ha recibido el estigma de ser una sociedad secreta, y ello ha contribuido a dificultar su proceso de inserción en la sociedad moderna, pues al hombre contemporáneo le resulta difícil aceptar que en pleno siglo XXI y a la luz de los avances de la ciencia, existan aún individuos afectos a ocultar sus acciones cualesquiera que éstas sean. Pero se olvida que muchas organizaciones modernas pueden recibir el mismo encomio de ser calificadas como sociedades secretas. Este es el caso de los organismos eclesiásticos y de muchos otros. El Colegio Cardenalicio, por ejemplo, sesiona en secreto y por eso se denomina «cónclave», es decir, bajo llave. Los Caballeros de Colón nacieron como un remedo de la francmasonería templaria del Rito de York y con la finalidad de agrupar a los ciudadanos católicos de los Estados Unidos que exitosamente preferían la francmasonería como medio de asociación, y es así como sus uniformes y sistema de organización son un símil o un burdo remedo de los usados en las comandancias templarias de ese importante Rito de la francmasonería.

Muchos grupos de la iglesia católica trabajan bajo consignas de ocultamiento de sus designios y algunos de ellos representan intereses económicos, financieros, empresariales y políticos muy fuertes y altamente cuestionables desde el punto de vista de la ética y la doctrina cristianas, como es el caso del Opus Dei o bien los Legionarios de Cristo, que en muchos países representan a las élites económicas y financieras del país. El propio cristianismo primitivo, durante los tiempos de persecución romana, tuvo que reunirse en sigilo para evitar las acciones enconadas de los emperadores que veían en la nueva religión una fuerte amenaza a la estabilidad política del imperio. Los grupos empresariales privados, por su parte, ejercen su derecho a la secrecía y sus juntas de accionistas sesionan bajo la más absoluta privacidad comprometiendo a sus miembros a guardar el sigilo y la prudencia necesarios, pues muchas de sus decisiones estratégicas podrían comprometer la seguridad de la empresa o su cotización en la bolsa de valores si son reveladas y hechas del conocimiento de sus competidores.
Los gobiernos tampoco quedan exentos de la necesidad de sesionar bajo la más absoluta confidencia en aquellos asuntos que por su naturaleza pudieran comprometer la seguridad del estado o la de los propios ciudadanos. Muchas decisiones importantes, incluso en el seno de las familias, se verían comprometidas ante terceros o ante sus propios miembros si no se obligan sus actores a guardar la reserva y circunspección requeridas. Así las cosas, no es posible asegurar que el secreto no sea necesario y útil a los grupos humanos y jamás ha sido privativo de las sociedades u organizaciones tenebrosas que en el pasado pusieron en jaque a la iglesia y al estado. Tampoco me parece una maldad el hecho de que alguna asociación tenga asuntos que solo los interesados o sus miembros o socios estén llamados a conocer en exclusividad. Podemos observar que la discreción es y ha sido necesaria en todo tiempo y lugar, lo mismo en la guerra que en el amor, y me resulta a todas luces inexplicable que haya en los tiempos actuales quién se atreva a demostar; aquéllas asociaciones que tienen entre sus principios la necesidad del sigilo, como si éste fuera privativo de las sociedades secretas.

Las sociedades secretas han surgido en todas las épocas y lugares de la tierra, en todas las civilizaciones y en todas las culturas, aunque con diferentes fines. Las ha habido para custodiar y transmitir conocimientos esotéricos que la tradición iniciática ha considerado reservados solo para quiénes han sabido superar ciertas limitaciones del espíritu y del alma, de la mente y la materia, y que en consecuencia se consideran confiables para poseerlos. Sin embargo, otras cofradías han sido fundadas exclusivamente para prodigar la fraternidad y los buenos afectos entre el linaje humano. Las ha habido para cultivar las artes, la filosofía, la intelectualidad y activar las facultades superiores del hombre. Las hubo también surgidas para promover e imponer la justicia y contrarrestar las arbitrariedades de los poderosos y prepotentes, y también las hubo para cometer iniquidades y en la oscuridad consumar crímenes incalificables.

Así, las sociedades secretas pueden clasificarse de muy diversa manera, pero es posible pensar en iniciáticas o espiritualistas, políticas, fraternales, culturales, justicieras y criminales. Es claro que entre las sociedades iniciáticas y las restantes existen marcadas y sustanciales diferencias. Las sociedades iniciáticas son muy diferentes al resto, excepto en que también son afines a conservar en secreto algunas de sus actividades, pero no necesariamente viven por ello ocultas ni mucho menos en la marginalidad social.

Ninguna sociedad iniciática debe procurar el poder político ni sus miembros ostentarse en la comunidad como sus integrantes, pues no está entre sus objetivos el relacionismo público, aunque tampoco el ocultamiento pertinaz. Esta es una característica de los grupos que se forman para cultivar las facultades más sublimes del hombre, aptitudes que se hallan ocultas en su interior, y que es posible aflorar por medio del trabajo iniciático. Esta tarea es propia de los grupos que se congregan en torno al espíritu de la iniciación y que por esa razón logran subsistir en el tiempo por los siglos de los siglos, porque sus afanes son, a fin de cuentas, la emancipación de la humanidad. En cambio, las sociedades impulsadas por fines políticos a menudo son temporales y coyunturales, esto es, nacen y desaparecen al vaivén de los tiempos y de las circunstancias, y debido a ello las sociedades que los abanderan viven también su suerte y los individuos que las constituyen quedan por consiguiente atrapados en los intereses que se tejen al calor de los momentos.

Desde el punto de vista de la tradición iniciática conservada sabiamente por el esoterismo, se considera que existen ciertas verdades eternas que a lo largo de los siglos han sido custodiadas y enseñadas por los Grandes Iniciados con el propósito de perfeccionar al hombre y virtualmente mejorar la condición del género humano mediante su autonomía e independencia intelectual, espiritual y moral. A pesar de “la caída del hombre”, representada por el materialismo, el desentendimiento de las cosas del espíritu, y no obstante el odio, la ambición, la hipocresía, la maldad, el fanatismo y la perversidad que tipifican la sociedad contemporánea, industrial y materialista, estas verdades nunca se han perdido y tampoco se perderán mientras existan hombres y sociedades dispuestos a cultivar, preservar y perpetuar el Real Secreto. Que la piedra cúbica destile sangre y la palabra se encuentre perdida, son solo meras expresiones simbólicas que nos sirven para dramatizar con entusiasmo la gran búsqueda del hombre que le anima a caminar el sendero de la iniciación y a consagrar su vida al estudio y al conocimiento de los misterios de la naturaleza y del espíritu. Esto es lo que se quiere decir con “la búsqueda de la palabra” y en ello trabajan justamente las sociedades iniciáticas.

lunes, 14 de junio de 2010

A los Iniciados Masones

En todos los tiempos y en todas las latitudes, se han encontrado espíritus leales que aspiran a la verdad, al bien de sus semejantes y a la supresión de los males que los hombres sufren por su propia culpa. Estos sabios, a veces, han hecho escuela, instruyendo discípulos.

Dando ejemplo de una vida austera, no temieron, en ciertas circunstancias, atacar públicamente los abusos del día. Habiéndose atraído persecuciones, los reformadores fueron constreñidos a la prudencia; se hicieron discretos y se envolvieron en el misterio, sin abdicar nada de sus designios generosos. Así vieron la luz numerosas asociaciones más o menos secretas e independientes unas de otras, pero animadas de un mismo espíritu de justicia y filantropía.

Desde este punto de vista, la Franc-Masonería actual es incontestablemente la heredera de las más nobles tradiciones. Obrera del progreso humano, tiene plena conciencia de su papel emancipador. Sin afiliarse a ninguna escuela y no decidiéndose por ningún sistema, busca con toda independencia la luz que libera de toda esclavitud. Sabiendo que los pueblos no están condenados a una infancia eterna, los Iniciados siguen su evolución, que favorecen, trabajando en levantar por todas partes su nivel moral e intelectual.

Desgraciadamente, existen coaliciones que conspiran en sentido contrario. Convencidas de que los pueblos tienen interés en ser mantenidos bajo tutela, se esfuerzan en retardar la marcha normal de las cosas y entraban el progreso. Una lucha se traba así fatalmente entre los constructores del porvenir y los conservadores timoratos de un pasado del que son los beneficiarios. Elementos diversos intervienen, de una y otra parte en esta lucha, y cada uno pone en la obra los recursos de que dispone.

Lo que distingue desde este punto de vista a los Iniciados es el horror a la violencia. No son jamás ellos los que traman las revoluciones sangrientas o sublevan las multitudes excitando sus apetitos. El método de los Iniciados deriva de la experiencia de los siglos: es paciente, pero seguro. Sin duda, una voz puede hacerse oír a propósito para recordar al sacerdote ignorante y a la reyecía degenerada los orígenes modestos de los más orgullosos poderes. Cuando el descendiente del primitivo Jefe de bandidos se gloríe de ser el ungido del Señor, los filósofos pueden permitirse reír abiertamente.

No está prohibido a los ironistas ejercer su verbo a expensas de un pontífice infalible cuya soberanía espiritual se remonta a través de las edades a la muy equívoca anterioridad de un prehistórico jefe de hechiceros. Son esos despropósitos de niños terribles, porque los Iniciados, cuidadosos de no trastornar nada demasiado bruscamente, se contentan, en general, con sonreír entre sí de las vanidades humanas. Temerosos de propagar intempestivamente verdades incendiarias, se imponen una discreción que es una fuerza temible. Mientras no sea la hora de hablar se callan, acumulando las nociones reconocidas como verídicas, madurándolas así antes de darles su vuelo.

Después, tienen la inmensa ventaja, de no ser utopistas. Saben que la felicidad de las colectividades no puede resultar sino de la transformación de los individuos que las componen. La salud del cuerpo social depende del estado de las células que lo constituyen. No atribuyamos pues una importancia exagerada a la modificación de los regímenes políticos o sociales.

Son las piedras talladas a escuadra las que aseguran la solidez del edificio. La práctica del arte de edificar enseña a los Francmasones que, si han renunciado a la arquitectura material, no por eso tallan menos sus materiales de construcción. Desbastan en sí mismos la piedra bruta humana que pulen en seguida cuidadosamente a fin de adaptarla a las exigencias del gran edificio. Se trata de la reforma intelectual y moral de los individuos que es el objeto de toda iniciación
verdadera.

Bajo simbolismos diferentes, el programa permanece en efecto él mismo cuando los «Herméticos» enseñan alegóricamente a transmutar el plomo en oro, o cuando los «Rosa- Cruces» de los siglos XVI y XVII asimilan al Cristo, rey, místico, el hombre regenerado, muerto para sus pasiones, a fin de resucitar en la luz pura. Sin duda este Cristianismo iniciático no es el de los creyentes vulgares; pero la Masonería también se eleva o desciende en la concepción de cada uno según el grado de iniciación conquistado efectivamente por sus adeptos; de ahí la necesidad que existe para éstos de instruirse tan completamente como les sea posible, bien decididos a deshacerse de sus prejuicios, a perder sus ilusiones, contribuyendo en todo a la emancipación particular y general por la cultura simultánea, en sí y en los demás, de todas las cualidades del espíritu y del corazón.

domingo, 13 de junio de 2010

Injusticia con los Masones en Bolivia

Por: Gonzalo Valenzuela Monroy *

El tema de las logias se ha puesto de moda a raíz de la injusta e innecesaria acusación de que la Gran Logia Bolivia es una entidad secreta y que está involucrada en trajines terroristas o subversivos. Esta logia masónica no tiene nada de secreta, ya que al tener personería jurídica está enmarcada en la ley y, en ese contexto –insisto–, es injusto que la Fiscalía la haya nombrado como una institución involucrada con el ‘caso Rózsa’.

Siempre oí que los masones son una sociedad secreta y también siempre me he preguntado: ¿cómo puede ser secreta una entidad en la que sus integrantes lucen orgullosos, por ejemplo, anillos o insignias masónicas a la vista? ¿O por qué los edificios masónicos, como el ubicado en la calle Ayacucho de nuestra ciudad, están identificados o señalizados? La masonería no es una sociedad secreta, pero se puede agregar que sí es una sociedad con secretos. Para explicarlo mejor, es como aquellas empresas comerciales que no son secretas, pero que tienen productos cuya fórmula es secreta, incluso para la mayoría de los funcionarios, fórmula a la que sólo tienen acceso aquéllos que durante muchos años de trabajo se ganaron la confianza accediendo a los más altos escalones de la jerarquía. Y, como en una empresa, tengo entendido que la masonería tiene una estricta jerarquía y por ello se toman los secretos muy en serio.

También se habla mucho de que la masonería es una religión un tanto extraña, lo cual no es cierto. No es una religión. Las religiones prometen la salvación, las religiones creen en una teología precisa y las religiones convierten a los no creyentes. La masonería da negativo en los tres casos. Los masones no prometen ninguna salvación, no tienen una teología específica y no quieren convertir. Conversando con amigos masones, éstos me manifestaron que en estas logias las discusiones sobre religión están prohibidas, pero aclaran que para pertenecer a una logia masónica uno de los requisitos es creer en un poder superior. Esto implica que la diferencia entre la espiritualidad masónica y la religión organizada es que los masones no imponen ninguna definición o nombre específico a ese poder superior. En vez de una identidad ideológica definitiva como Buda, Alá o Jesús, los masones utilizan términos más genéricos como Ser Supremo o Gran Arquitecto del Universo. Esto, evidentemente, les permite congregar a personas de diversa fe.

En esta época en la que se advierte mucha intolerancia –y con gente que es capaz de cualquier cosa por defender su ideología– se podría afirmar que la tradición masónica de tolerancia y amplitud de mira es encomiable. Sintetizando, se puede afirmar que la masonería está abierta a hombres de toda raza, color o credo y ofrece una fraternidad espiritual que no discrimina en modo alguno. Y si evidentemente no hay mujeres, esto se debe a la francmasonería, que tiene sus raíces en los gremios de picapedreros europeos, de ahí que sea una organización masculina.

Por todo lo escrito líneas arriba, insisto que es muy lamentable que la Gran Logia Bolivia haya sido mencionada en actividades penadas por la ley, cuando toda la filosofía masónica se basa en la honestidad y la integridad.
* Periodista