Estamos por comenzar el año 2010 y luego de algunas actividades de investigación en aras de esa búsqueda de la superación espiritual, compartimos algunas reflexiones ¿En que fundamentos firmes se puede apoyar el hombre en su camino de búsqueda espiritual, en la evolución y desarrollo de su actividad trascendente, según las características propias de la época cultural en la que vive, de desarrollo de la conciencia y de conocimiento de la realidad?.
En otras reflexiones ya hemos destacado el hecho de que hoy disponemos de ingentes cantidades de conocimiento e información, trasmitida de generaciones, tradiciones y culturas anteriores, que nos abarca e inunda, en función de la formación que hayamos recibido y del acceso que tengamos a los medios de comunicación de masas.
Como personas nacidas en el siglo XX estamos a caballo entre el pasado y el inicio de un futuro, interesados en la situación espiritual de la realidad. No podemos limitarnos a conservar todo lo recibido anteriormente como base de nuestra actuación en el mundo. Queremos penetrar más profundamente en el significado de la realidad, rebasar esa enseñanza recibida, en su mayoría de corte materialista, y empezar a conocer la conformación espiritual del mundo fundamentada en una gnoseología, o forma de conocimiento que tiene que llegar a la sabiduría, al asentamiento en la conciencia de cada uno, para que tenga validez.
Debemos crear los gérmenes de una voluntad amorosa-portadora de Amor que sólo puede devenir de la sabiduría, de ese conocimiento interiorizado del” Yo”, no de la mera información o conocimiento, por muy esotérico que sea. Y para eso tiene que estar basado en la Verdad –con mayúscula– no en suposiciones, hipótesis, postulados o teorías científicas, sino en la vivencia de la Verdad que podamos conocer.
Para conocer la Verdad lo primero que tenemos que saber es: ¿Cuál es el instrumento con el que podemos afianzarnos de forma absolutamente segura, sin posibilidad de error, para conocerla?. La respuesta requiere comprender cual es la constitución completa del ser humano, tal como enseña la ciencia espiritual o Antroposofía desarrollada por Rudolf Steiner, expuesta detalladamente en su libro “Teosofía”, y así saber, dentro de esa estructura, cual es la actividad que nos puede permitir tener una confianza total en esa Verdad.
El Pensar Consciente
Steiner nos dice que esa actividad, que nos puede permitir conocer la Verdad, no puede ser otra que el Pensar, lo más valioso que tenemos como principio de toda actividad espiritual, lo que es consustancial con el Yo, lo que hace a la conciencia ser conciencia, lo que sólo pertenece individualmente a cada uno y que podemos reconocer como algo propio.
En su obra “Filosofía de la Libertad”, o filosofía de la actividad espiritual, Steiner explica que el punto más firme que tiene la humanidad actual para alcanzar el conocimiento, el último fruto de la evolución, sin sentido en épocas anteriores y sólo accesible al hombre moderno, es esta forma de pensar consciente, que constituye la base y el comienzo de cualquier trabajo de auto-conocimiento, y más en concreto la observación personal del propio pensar.
El pensar es el instrumento propio del ser humano, -el que nos hace personas-, sin él no podríamos comprender nada y nos asimilaría al reino animal de puro instinto y sensaciones. No lo valoramos en todo lo que vale sencillamente porque lo tenemos constantemente a nuestra disposición y de forma inmediata, y, quizás por ello escasamente lo utilizamos: podemos darnos cuenta de que la inmensa mayoría de la actividad mental y cognitiva que consideramos pensamientos, sólo son el producto automático y en general semiinconsciente de los sucesos y las cosas que nos pasan en la vida, al capricho del acontecer, sin control alguno de nuestra conciencia, lo cual no suele ser casi nunca un pensar consciente en el que actúe y sea sujeto activo y presente el Yo.
Si el “Yo” llega a comprender que es un ser consciente espiritual, y que vive en un mundo ficticio (“maya”) temporal, intermediario entre el mundo espiritual y el físico-material, entonces las percepciones materiales que nos están condicionando las podemos unificar con las espirituales, mucho más reales, si las comprendemos a través del pensar. Como nos dice Steiner el pensar es algo que sólo el ser humano lo puede hacer en el universo, ningún otro ser vivo.
En un trabajo de auto-conocimiento lo primero que precisamos hacer es darnos cuenta de lo que somos, donde estamos, de donde partimos y qué características tenemos, es decir, siempre la toma conciencia se efectúa mediante el pensar, requisito imprescindible para ello. Es un patrimonio que ahora tenemos todos los que formamos parte de la humanidad, como cualidad en la que tiene que apoyarse nuestro conocimiento y comprensión, nuestra actividad humana, y en general, todo nuestro desarrollo espiritual. Pero su eficacia y su valía va a estar en función de a qué dediquemos nuestro pensar, si a cosas triviales e intrascendentes, con fines espurios o egoístas de enriquecimiento material, ó bien a objetivos altruistas, en colaboración con otros, de mejoramiento de la vida, de estudio e investigación espiritual, etc.
Todo esto se puede hacer, o porque nos pongamos bajo la autoridad de alguna persona, institución, doctrina o maestro que consideremos superior, en una cómoda posición en la que no avanzaremos, ó bien, trabajando con nuestra propia reflexión a través del pensar consciente. Si lo hacemos autónoma y responsablemente entonces será una actividad individual de nuestro Yo, que que eventualmente, cuando pasemos al mundo espiritual, tras la muerte, podremos llevar como patrimonio personal y contribución al mundo espiritual al que pertenecemos. Esto es algo que todos tenemos que empezar a comprender y percibir en nosotros mismos, observando nuestro propio proceso de pensamiento.