martes, 25 de agosto de 2009

El proceso de evolución

Un ser humano en evolución es comparable a un polluelo todavía encerrado en el huevo. En éste se halla el ser evolutivo en germen. En la yema hay un algo que ya existe y, sin embargo, todavía no está hecho, o sea, el futuro polluelo. A su alrededor está la clara, el mundo que le ha sido proporcionado por la naturaleza de los padres. De este alimento nace el polluelo que se está formando. A fin de poder salvar esta primera etapa de su proceso de desarrollo, el polluelo tiene que incorporar esta «masa paterno/materna».
Del mismo modo sucede en el hombre; no sólo en el claustro materno y durante la lactancia, en cuyos estados las energías elementales se le incorporan todavía como una materia relativamente basta, sino también más adelante, cuando vaya creciendo. Ni aun cuando exteriormente ya tenga una existencia corporal autónoma, existe el niño en realidad como un ser independiente por sí mismo, sino que crece todavía de modo indirecto, por así decirlo, precisamente absorbiendo en sí, consumiendo, «devorando», todo lo que hay en el ambiente, sin el cual no puede vivir.
Son verdaderos mundos colectivos los que se asimilan, desde lo material hasta lo espiritual-anímico. La atmósfera influye invisiblemente como agente formativo, y de un modo mucho más profundo y poderoso del que generalmente se supone, ya que sólo se piensa en las comunicaciones visibles y audibles de los circunstantes. Todo esto es como el plasma nutricio del óvulo, es un «nosotros», es un tomar parte en un mundo común, es un algo que nos tenemos que incorporar para quedar aptos para la existencia; pero no es nuestro propio ser.
Las dificultades empiezan cuando la unidad primitiva se divide en un doble, en el contraste polar que será destino y misión de la vida dominar: un yo y un no-yo, un consciente y un inconsciente, lo solar y lo lunar, un mundo superior y un mundo inferior.
Esta tarea no puede calificarse más que de espiritual, pues se trata de desplegar y desarrollar la propia esencia y lo esencial en nosotros como factor inmortal. El camino hacia este fin es el mismo en las diferentes religiones, a pesar de todas sus diferencias.

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